Un día 1910 un joven salió de Japón rumbo a México en busca del padre que 13 años atrás los abandonó a él y a su madre con la promesa volver. Este evento familiar fue el origen de los árboles de jacarandas en México, el momento responsable de que todos los meses de marzo y abril las calles de la capital mexicana se tiñan de azul violáceo que dejan sus flores.
Es probable que cuando llegó no le fuera difícil encontrar a su padre, Tatsugoro Matsumoto, ya que éste había sido el creador de un majestuoso jardín con lago artificial en el Palacio de Cristal para festejar el centenario de la Independencia de México, convirtiéndose en el jardinero favorito del porfiriato.
La Ciudad de México estaba lista para recibir la primavera de 1912 con cerezos en flor. Traídos desde Tokio, como un regalo del alcalde Yukio Ozaki, habían florecido ya en Washington. La capital mexicana no esperaba menos: sus avenidas principales estarían repletas de brotes rosas a partir de los primeros días de marzo, como una muestra de amistad entre ambos pueblos. No fue el caso, e intentaron con los árboles de jacaranda.
Tras meses de intentos fallidos, el Ministerio del Exterior de Japón le pidió a Tatsugoro Matsumoto, conocedor de los árboles para ambos países, determinó que no sería posible: el cambio brusco de temperatura entre el invierno y la primavera que había en territorio japonés no se replicaría jamás en la Ciudad de México. El proyecto se desertó.
Años más tarde, una vez que la relación de los Matsumoto se hizo más cercana con altos mandatarios mexicanos, la familia recomendó al presidente Álvaro Obregón plantar en las principales avenidas de la ciudad de México árboles de jacaranda. Ya se había logrado exitosamente en Brasil, y no sólo eso: habían logrado reproducirlos en sus viveros.
Según Matsumoto, las condiciones climatológicas en la capital eran las óptimas para que las jacarandas florecieran con la llegada de la primavera. Además, aseguró que la flor resistiría más tiempo sin lluvia, como sucedía en la ciudad durante los primeros meses cálidos del año.
Hoy en día los torcidos y altos troncos de los árboles de jacarandas aparecen por casi toda la Ciudad de México, a ratos incluso parecen estar muertos, pero cuando florecen en marzo nos recuerdan que los Matsumoto, siguen de algún modo aquí junto al lazo de amistad que une a este país con México.