De todas las fronteras extrañas que existen en el mundo, una de las más raras, si no la que más, es la que separa los pueblos de Baarle Hertog y Baarle Nassau.
En el mundo hay más enclaves que países, unos 250, pero ninguno de ellos tiene las características excepcionales de Baarle.
Localizado a 110 kilómetros de Ámsterdam y Bruselas, este territorio es único en el mundo al estar compuesto por un pueblo, dos países (Bélgica y Holanda), dos municipalidades (Hertog y Nassau) y 30 enclaves. Lo que lo convierte en una de las zonas fronterizas más complejas del mundo.
Baarle-Hertog conforma el municipio belga, está compuesto por 22 pequeños territorios dentro de Holanda y en total abarca una extensión superior a los 7 kilómetros cuadrados.
La alcaldía se encuentra a unos 7 kilómetros de la frontera oficial de Bélgica y tiene registrados a 2.300 habitantes.
Baarle-Nassau, corresponde a la parte holandesa, tiene 6,000 habitantes, una extensión territorial de 70 kilómetros cuadrados y está compuesto de siete enclaves, de los cuales seis están dentro de Hertog y uno se encuentra pasando la frontera sur de Holanda, ya en territorio belga.
El origen histórico de estos complicados límites se encuentra en la era medieval, cuando los territorios belga y holandés estaban fragmentados en pequeños estados feudales. A lo largo de varios siglos el territorio que ahora ocupan los dos Baarle cambió de manos en varias ocasiones, formándose los exclaves que los componen actualmente, sin que en ningún momento, por diversas razones, se eliminaran.
En total, son 22 exclaves belgas en Holanda (denominados H-1 al H-22), un exclave holandés en Bélgica, y siete exclaves holandeses dentro de los enclaves belgas en Holanda (del N-1 al N-8). El más pequeño de los enclaves (el H-22) tiene poco más de 2.000 metros cuadrados, y desde 1995 se encuentra en disputa entre ambos países. Los enclaves H-1 y H-2 se cruzan en un sólo punto, uno de los escasísimos cruces de cuatro fronteras del planeta.
El pueblo, tiene 2 ayuntamientos, 2 comisarías de policía, 2 servicios de bomberos, 2 códigos postales, y así. Todo ello para un total de menos de 8,000 personas entre las dos localidades. Al estar dividido entre dos países, las leyes de uno no son de aplicación en el otro, incluidas, por ejemplo, las leyes sobre horarios comerciales. Por lo que, según cuentan, al llegar determinada hora, los clientes de los restaurantes tenían que pasar sus mesas de la parte holandesa a la belga.
El tema del pago de impuestos también es curioso. Se considera que uno vive en un país o en otro teniendo en cuenta en cual de los dos países está situada la puerta de entrada al edificio, independientemente de si éste está dividido o no. Por lo tanto, es posible aprovechar una legislación favorable del país vecino simplemente trasladando la puerta de entrada unos metros a un lado o al otro de la frontera.
Todo el pueblo está recorrido de parte a parte con marcadores fronterizos a lo largo de las calles, las aceras e incluso las paredes de los edificios. Hasta en el interior de algunos negocios que se ven cruzados por la frontera está señalizada la parte belga y la parte holandesa. Las placas de los números de las calles muestran una pequeña bandera del país al que oficialmente pertenecen.
Baarle es una atracción turística por su curiosísima idiosincrasia local, y, lógicamente, ambos ayuntamientos intentan sacar partido de ello.