Al norte de Marruecos hay una pequeña ciudad azul y blanca que parece parte de la literatura fantástica árabe.
Chefchaouen está en las montañas del Rif, situada en medio de un paisaje verde e imponente en verano, y blanco y fresco en invierno. La localidad estuvo aislada del resto del mundo por casi 500 años, y ahora es un destino de ensueño para los que la visitan.
La ciudad es un laberinto de corredores estrechos y escaleras aún más delgadas donde no hay ángulos rectos sino leves curvas que únen el suelo con los muros. Absolutamente todo Blue Alley es azul y blanco. Un tono de azul que se vende en polvo en los cientos de puestos de especies y tapetes que hay en las calles, ya que la ciudad está siendo repintada constantemente.
La ciudadela central, a diferencia de los tumultuosos barrios de las ciudades grandes de Marruecos, es calmada y está llena de árboles y restaurantes que ofrecen tagines: vegetales rostizados y carne con cuscús. Hay varios hermosos hammams para bañarse entre niebla y azulejos, en los más tradicionales, mujeres y hombres tienen distintos horarios para poder utilizar los baños.
¿Cómo es que existe en el mundo un pueblo azul?
En 1494, refugiados judíos y musulmanes que escapaban de Granada se instalaron en Xaouen. Junto a sus pertenencias, trajeron tradiciones y costumbres. Por eso Xaouen creció similar a un pueblo andaluz: Casas con muros gruesos, pequeños balcones de forja, tejas de barro, patios con limoneros. Todo blanco, menos puertas y ventanas, pintadas de verde, el color musulmán.
Protegida por las cumbres de El Rif, Xaouen permaneció aislada durante siglos. Sin poder olvidar que habían sido expulsados de Granada, sus habitantes prohibieron la entrada de cualquier cristiano bajo pena de muerte hasta 1920, fecha en que Marruecos fue ocupado por los españoles. En 1930 llegaron a Xaouen más refugiados judíos. Con ellos se renovaron costumbres, entre ellas la de pintar sus casas de azul, color simbólico judío.