El arquitecto japonés Tadao Ando, envuelve una estatua gigante de Buda, con un templo cubierto de lavanda.

A las afueras de la ciudad de Sapporo, en la isla japonesa de Hokkaido, se encuentra el cementerio Makomanai Takino, un lugar de recogimiento, paz y espiritualidad de 1.800 km². Y aunque normalmente no sería un lugar turístico, sus grandes dimensiones y espectacular arquitectura paisajística, ha hecho que cada vez haya muchos más visitantes, interesados en ver sus  impresionantes instalaciones.

Y es que oculta, en una colina, se encuentra una espectacular figura de Buda de 13.5 metros de altura y 1.500 toneladas de peso.

Durante muchos años, la escultura de Buda, estuvo sola, sin nada alrededor, y en el cementerio, percibieron que estaba desescalada con respecto al resto de este recinto único, donde también se levantan réplicas de las estatuas Maoi, de la Isla de Pascua, hasta 40, y también del recinto megalítico de Stonehenge.

Por esta razón, decidieron contratar a el arquitecto Tadao Ando (uno de los mayores exponentes de la arquitectura minimalista japonesa), para crear una transición más serena, al llegar a la estatua.

El artista y arquitecto japonés, resolvió lo que parecía improbable, y con una perspectiva arquitectónica sutil, le dio una nueva vida al terreno, que está a más de mil 100 kilómetros de Tokio.

La monumental obra de piedra, llamada ‘La colina de Buda’ o ‘Atama Daibutsu’, está situada en el corazón de una colina de 1,800 km² de extensión, donde la paz y la serenidad espiritual, se pueden respirar en el ambiente, dejando únicamente la punta de su cabeza visible desde fuera de la colina, cubierta con 150.000 plantas de lavanda, que permiten a medida que pasan las estaciones, cambiar de color del paisaje, desde el verde en primavera, al púrpura en verano, y el blanco, en el duro invierno del lugar.

Cuando entran los visitantes, deben caminar alrededor de un lago de agua rectangular, antes de entrar a un pasadizo de 40 metros de largo, que desemboca en un espacio circular, el cual rodea la estatua.

Debajo de la colina, los 40 metros de túneles excavados fueron hechos con paredes de hormigón, casi sin luz, que llevan hasta una sala circular, donde reposa la imagen sentada sobre una gran flor de loto. La sala está iluminada por una obertura superior, por donde sobresale parte de su cabeza, creando un efecto de halo celestial.

Esta edificación consigue claramente, crear la atmósfera perfecta para la meditación, el recuerdo y la oración.

El objetivo del proyecto, fue construir un vestíbulo de oración que pudiera mejorar el atractivo propio de la estatua tallada hace años, y con este propósito, una visión espacial intensa, comenzando con un largo tránsito a través del túnel, para aumentar la expectación de ver la estatua, que es invisible desde el exterior.

Al llegar al vestíbulo, los visitantes miran hacia arriba al Buda, cuya cabeza está rodeada por un halo de cielo, al final del túnel. Construir espacios silenciosos, es la misión arquitectónica del japonés que entiende muy bien la belleza simple de la naturaleza. Su perspectiva de ‘la construcción como un elemento más del entorno’, le otorga una presencia sólida, en el top de los arquitectos más importantes del mundo.