Se  ubica en una cueva singular que lo transforma en una pintoresca estructura. Situado a apenas 10 km de las famosas grutas de Postojna, es uno de los lugares de mayor interés turístico de Eslovenia.

El castillo de Predjama es uno de los puntos turísticos de Eslovenia, y la cercanía con las cuevas de Postojna, lo convierte en un lugar muy transitado, especialmente entre primavera y otoño. Su atractivo no es sólo debido a la espectacularidad de su emplazamiento en la boca de una cueva en medio de un precipicio de 123 metros, sino también a la peculiar historia de la muerte en él, del Barón Erazem Lueguer, una especie de Robin Hood esloveno que atacaba las caravanas de mercaderes de la importante ruta que unía Viena

Con Trieste.

Las relaciones de este caballero con el emperador austriaco no eran en exceso buenas, ya que Erazem tenía tratos con los enemigos húngaros del emperador, e intentaba mantener una cierta independencia entre ambos bandos. Pero fue en 1483, cuando Erazem en una discusión, mató a un alguacil de la corte de Viena, que desafortunadamente para Erazem, era familiar del emperador austriaco, cuando su situación empeoró aún más y se vio forzado a huir a su castillo para evitar el castigo.

Aunque sus enemigos le bloquearon el ingreso de alimentos, misteriosamente lograba abastecerse, e incluso para burlarse de las tropas que lo acechaban, les lanzaba cerezas desde las ventanas. Su secreto se revela cuando los viajeros transitan por las cavidades del castillo de Predjama y se encuentran con terrazas, habitaciones cerradas, zonas interiores descubiertas, una capilla y el antiguo calabozo. Al parecer, el barón lograba salir hasta valles aledaños a través de los vericuetos de las cuevas para obtener comida.

Posteriormente en 1567, el castillo fue vuelto a comprar, esta vez por Hans Cobenzl, un caballero austriaco de Kärnten, que reconstruyó y agrandó el castillo, dejándolo prácticamente en el estado que se encuentra ahora. Sus descendientes continuaron siendo los propietarios hasta 1810. El castillo pasó por otros dos propietarios, hasta que fue confiscado durante la Segunda Guerra Mundial, pasó a manos de las autoridades yugoslavas y luego fue nacionalizado. En la actualidad, es un gran museo sobre la vida en la fortaleza y la historia de la región.

Merece la pena descender hasta el río Lokva, para captar la perspectiva imponente del castillo encastrado en la roca, luciendo mágico, sobre todo en invierno, cuando la nieve blanquea los verdes campos. Las aguas del río son engullidas por la tierra, desapareciendo su curso.

La laberíntica visita a través de las cinco plantas del castillo es muy curiosa, con numerosas recreaciones de la época y miles de recovecos de indudable carisma. La visita empieza por las estancias, la capilla, el antiguo calabozo y los establos que eran una parte de la cueva original. En las paredes de los salones hay pinturas históricas al óleo.

Este castillo tuvo incluso su propia sala de torturas, que se puede visitar. Después, al subir unas empinadas escaleras, se encuentran diversos balcones para que el visitante pueda tomarse un respiro y disfrutar de la belleza del castillo desde un punto de vista diferente.

Entre los meses de mayo a septiembre, es posible visitar la pintoresca cueva del castillo habitada por murciélagos que en los meses de frío hibernan, y por ello no se puede acceder, para así no perturbarles.