La Talavera Poblana, por belleza y singularidad es considerada una de las artesanías más representativas de México, por su delicada manufactura.
La talavera es un tipo de mayólica, la cual destaca por su acabado vítreo en color blanco. La talavera se introdujo a México por los españoles durante el periodo colonial, y su producción se concentró en el estado de Puebla, debido a la calidad de las arcillas que ahí se encuentran. La fusión de técnicas cerámicas italianas, españolas e indígenas, llevó al nacimiento de lo que hoy se conoce como talavera poblana.
La talavera cuenta con denominación de origen, una designación geográfica reservada para los productos que pertenecen a un área exclusiva, con el fin de proveer protección legal contra manufacturas similares que busquen sacar ventaja de los productos auténticos. Por lo tanto, la auténtica talavera poblana únicamente proviene de Puebla o de las comunidades vecinas de Atlixco, Cholula y Tecali. Asimismo, la talavera poblana solo se puede pintar en los colores azul, amarillo, negro, verde, naranja y malva, de los cuales todos deben generarse a partir de pigmentos naturales.
El 17 de marzo de 1995, se publicó en el Diario Oficial de la Federación se otorgó la protección a la Denominación de Origen ‘Talavera de Puebla’. Después, el 11 de septiembre de 1997, se publicó la modificación a la mencionada, para quedar simplemente como ‘Talavera’. Para asegurarse de que la pieza de talavera que usted desea comprar, sea auténtica, asegúrese de que tenga el estampado ‘DO4’ en la parte inferior.
Los coloridos diseños que caracterizan a la talavera poblana se pueden apreciar en vajillas, floreros, masetas, etc. También se utilizan en muros de baños y cocinas, fuentes, patios, iglesias y otros edificios. Un ejemplo del uso de los azulejos de talavera es la reconocida ‘Casa de los Azulejos’, en la Ciudad de México.
Las piezas se forman a partir de dos tipos de barros, uno negro y otro blanco, que se encuentran en la región y se combinan en partes iguales. Su preparación consiste en limpiarlo, haciéndolo pasar por un tamiz, mezclarlo y depositarlo en tinas de sedimentación hasta eliminar el agua. Este proceso de ‘maduración’, mejora la calidad y plasticidad del barro. Para obtener una consistencia y humedad uniformes, el barro ‘se pisa’, es decir, se amasa caminando sobre el y se forman bloques para su almacenado.
La producción puede ser en torno, o utilizando moldes sobre los que se colocan placas de barro. Una vez realizadas las piezas, éstas se someten a un secado lento en espacios sin ventilación. La primera horneada dura aproximadamente 10 horas. Al barro cocido se le llama jahuete.
El esmalte, hecho de estaño y plomo se aplica por inmersión y es la base para la decoración. Se seleccionan los diseños y los colores, que preparan con pigmentos minerales. En la segunda horneada, es donde los colores adquieren su brillo y relieve característicos.