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Peste negra: Epidemia mortífera

La peste negra o muerte negra, es la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad.

Europa a lo largo de su historia, se había visto afectada por distintas oleadas de peste, pero hubo una que destacó sobre las demás. La Peste Negra de 1348, la más devastadora de la historia de la humanidad, también conocida como muerte negra o peste bubónica. Con más de 85 millones de fallecimientos, entre un 60% y un 80%, de la población europea, desapareció por culpa de esta terrible enfermedad, pandemia del siglo XIV.

Hacia el año 1346, comenzaban a llegar noticias a Europa, sobre una terrible y exterminante epidemia que había surgido en China y que se había extendido por la India, Mesopotamia, Siria, Persia, Egipto y Asia Menor. Las noticias que llegaban eran de devastación, pueblos enteros despoblados. En el siglo XIV, el Papa tenía su residencia en Avignon, de tal forma que cuando el Papa Clemente VI, recibió las noticias que venían de Oriente, mostró interés en el tema, llegando a reunir informes donde se calculaba un número de víctimas superior a los 24.000.000 de personas.

Hay que decir que, a principios del siglo XIV, el concepto de contagio no se conocía, por lo que la noticia más o menos pasó desapercibida para una sociedad ensimismada con su vida cotidiana. No fue hasta que, en 1347, la peste hace presencia en Italia.

Procedencia de la epidemia

La Peste, pudo tener origen en el ‘País de la Oscuridad’, el kanato de la Horda de Oro, en territorio del actual Uzbekistán. Desde los puertos a las zonas interiores, la terrible plaga procedente de Asia se extendió por toda Europa en poco tiempo, ayudada por las pésimas condiciones higiénicas, la mala alimentación y los elementales conocimientos médicos.

Sobre el origen de las enfermedades contagiosas, circulaban en la Edad Media, explicaciones muy diversas. Algunas, heredadas de la medicina clásica griega, atribuían el mal a los miasmas, es decir, a la corrupción del aire provocada por la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. Hubo quienes imaginaron que la Peste podía tener un origen astrológico, ya fuese la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien el paso de cometas, o bien geológico, como producto de erupciones volcánicas y movimientos sísmicos que liberaban gases y efluvios tóxicos.

Todos estos hechos se consideraban fenómenos sobrenaturales achacables a la cólera divina por los pecados de la humanidad.

Únicamente en el siglo XIX se superó la idea de un origen sobrenatural de la peste. El temor a un posible contagio a escala planetaria de la epidemia, que entonces se había extendido por amplias regiones de Asia, dio un fuerte impulso a la investigación científica, y fue así como los bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente pero casi al unísono, descubrieron que el origen de la Peste era la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas negras y a otros roedores, y se transmitía a través de los parásitos que vivían en esos animales, en especial las pulgas (chenopsylla cheopis), las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura.

Cómo se Propagó

Poco tiempo después, la peste negra se había expandido por Francia a través de Marsella e incluso hasta el Norte de África. Sin saber cómo se propagaba, las ratas negras seguían navegando en los barcos e infectando todo territorio donde desembarcaban. La Peste Negra llegó a España, Francia, Italia, Escocia, Irlanda Inglaterra, Suiza, Flandes, Países Bajos, extendiéndose hasta Hungría. Comenzó a afectar a los países asiáticos, y debido a que comerciaban con el resto de Europa, era fácil que la epidemia se extendiese a todos los rincones del mundo, comenzando en la India, desde donde se propagó a Mongolia, localizándose los últimos casos en Rusia. Tras vivir un periodo, a partir del siglo XI, de prosperidad donde el clima acompañaba a las cosechas, dando unos excelentes productos. Se comienzan a crear los feudos y señoríos, con lo que las ciudades comienzan a prosperar. Se duplica y triplica la población de los núcleos más importantes como París o Florencia. Se crean gremios, se concibe un nuevo orden social, es una época de prosperidad hasta que, en el Siglo XIV, el clima aliado antes, se torna en destructor.

Un cambio en las condiciones climatológicas, provoca la pérdida de las cosechas, dejando un paisaje de hambruna desolador, los precios se elevaron, por lo que los más pobres y los modestos campesinos, no llegaban a ingerir ni una alimentación mínima, lo que debilitaba su organismo y su sistema inmunológico.

Las consecuencias de esta pandemia que asoló toda Europa y Asia, fueron económicas y sociales. El abandono del campo, debido a la reducción de la población que hacía frente a sus cultivos, las regiones dedicadas a la agricultura quedaron abandonadas, lo que hizo descender la producción hasta en un 40%.

Los médicos que atendían a los enfermos de Peste, llevaban una máscara con una protuberancia similar al pico de un pájaro que llenaban por dentro de sales. Los médicos que se encargaban de cuidar a los pacientes, llamados, ‘médicos de la Peste Negra’, no es que fueran los doctores con mayor reputación. Eran jóvenes e inexpertos, pero dedicaron su tiempo a cuidar de los enfermos, para su recuperación y su estudio.

Cuidaban de ellos, portando las máscaras de forma puntiaguda, como la cara de un cuervo, para evitar el contagio.

Tras años de mucha lucha, la Peste Negra, fue remitiendo. Después de aplicarse nuevas medidas de higiene que adoptaron los ciudadanos, sobre todo lo referente a las aguas fecales, pasando a crear las canalizaciones para evitar el aumento de ratas. Aumentaron la calidad de los alimentos, no como lo que antes comían, que estaba en mal estado e infectados.

La Peste Negra se dio por extinguida en 1361, dejando detrás de sí, una cantidad estimada de más de ochenta y cinco millones de personas fallecidas, ha sido y es considerada, la pandemia de Peste más devastadora de la historia de la humanidad.

Hoy en día se sabe cómo se propaga y quién la trasmite. Con todos estos datos, es más sencillo encontrar una cura, pero en el Siglo XIV, todo esto no se conocía. Según las últimas investigaciones, parece ser que el motivo por el que la enfermedad remitió, no se debió tanto a medidas higiénicas, sino a la genética de cada individuo.

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