Se podría decir que todos, al fin y al cabo, queremos ser felices, y que cada uno de nosotros opta por diferentes caminos en busca de esa ansiada felicidad.
Pero, en el mundo en el que vivimos, regido por el consumo, muchas veces caemos en la trampa y en la tentación de buscar la felicidad en cosas que deseamos tener, productos u objetos.
El saber popular dice que el dinero no compra la felicidad y eso se dice porqué finalmente lo que nos hace felices no es el dinero en sí, sino la trascendencia y el significado que tendrá para nosotros en lo que lo invertimos.
Por ejemplo, al comprar un pasaje de avión, podemos pensar que estamos gastando mucho dinero en algo que se nos pasará volando, y que podríamos gastar todo ese dinero en algún producto que nos podría durar para siempre.
Pero, hay que tomar en cuenta que las cosas nuevas son excitantes al principio, pero luego nos adaptamos a ellas. En cambio, los recuerdos, sensaciones y aprendizajes vividos en un viaje duran para siempre.
Viajar nunca fue tan fácil y económico como ahora, y por muy ocupados que estemos siempre hay un hueco que podemos utilizar para un viaje. Y si no encuentras ese hueco, entonces tienes un problema, pues no por estar más ocupado se es más productivo, más bien al contrario, quien está muy ocupado casi siempre está siendo poco productivo. El valor de una experiencia puede ser subjetivo, pero a diferencia de lo que nos puede producir un producto, lo que nos aporta una experiencia jamás expira. Al viajar descubrimos y experimentamos cosas nuevas, las cuales muchas de ellas hacen que disfrutemos de la vida de forma distinta a como estábamos habituados.
Entrar en contacto con otras culturas y otras personas te permite conocer cómo otros viven, piensan y, en general, su visión de las cosas.
Ello amplía tu perspectiva, porque te das cuenta de que no hay una única forma de ver y hacer las cosas, y de que en otros lugares viven de forma diferente a como estás acostumbrado.
Los jóvenes de hoy en día están cambiando su forma de pensar, las nuevas generaciones ya no buscan solo estabilidad, riqueza y crecimiento, sino que están apostando por otro tipo de vivencias, que sean responsables, conscientes y de calidad.
Ya no se conforman con trabajar en una misma empresa durante 20 años, e ir escalando dentro de la misma, sino que prefieren probar cosas nuevas, tienen hambre de conocer el mundo, y poder elegir con más criterio cuáles quieren que sean sus desafíos, enfocándose más en el significado y la importancia de los mismos.
Estos mismos jóvenes, conocidos como milennials por haber nacido en el nuevo milenio, ya no salen en busca de dinero, salen en busca de experiencias que transformen sus vidas.
Todos tenemos sueños, y aunque muchas veces los veamos lejanos, hay que ser conscientes que todos tenemos la capacidad de realizarlos.
Los jóvenes tienen la oportunidad de soñar en grande, y atreverse a vivir esas experiencias que se sabe que llenarán sus vidas y permanecerán para siempre, incluso después de que todos los objetos que hoy nos rodean hayan desaparecido.